Visitas, gentes e instituciones

Textos: Dr. Antonio Moreno González

Finalizada su estancia de casi un mes en tierras palestinas, apoyando el progreso de los asentamientos judíos, animando a continuar con los avances agrícolas e inaugurando la Universidad Hebrea de Jerusalén, siguió camino a Barcelona, donde desembarcó el 23 de febrero de 1923 y de donde salió para Madrid el 1 de marzo, donde permaneció diez   días. El 12 de marzo marcha a Zaragoza, de donde partió para la frontera francesa el día 15, dando por finalizada su visita a España. Marchó por Bilbao, de donde había recibido de la Junta Vasca de Cultura una invitación para quedarse y pronunciar algunas conferencias, pero finalmente no se quedó acaso por el cansancio acumulado en tanto tiempo de viaje por el mundo. Igualmente sucedió con la invitación hecha por el Ateneo Científico de Valencia.

El plan desarrollado por Einstein, que vino acompañado por su esposa, fue similar en las tres ciudades: impartir una serie de conferencias - cuatros en Madrid y Barcelona - y dos en Zaragoza; visitar los lugares más emblemáticos y algún recorrido por los alrededores cuando fue posible, por ejemplo aprovecharon para visitar Toledo, que lo recuerda "como un cuento de hadas", donde Einstein quedó gratamente sorprendido por las calles, el río, la catedral y las sinagogas. También tuvo ocasión de conocer la sierra madrileña y El Escorial.

Los gestores de la estancia fueron Lana Serrate, Rey Pastor, Terradas, Cabrera y Cajal que actuaron, unos, en nombre del Institut d´Estudis Catalans y, otros, en el de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, organizaron las visitas a   Barcelona y Madrid. En el caso de Zaragoza, intervinieron Jerónimo Vecino y José Rius representando a la Universidad de Zaragoza.

Para aceptar la venida a España, Einstein planteó a Rey Pastor sus problemas con los idiomas:

"Aceptaré su invitación con la condición de que limite mis conferencias al área de la ciencia y de que me pueda valer de dibujos y fórmulas matemáticas. Dada mi total incapacidad para hablar en español y mi deficiente conocimiento del francés, sería incapaz de presentar mis conferencias si sólo tuviera que valerme de palabras. El alemán es el único idioma en el que puedo hablar inteligiblemente acerca de mi teoría.
Le comunico que espero con placer verlo a usted de nuevo y conocer por mí mismo su hermoso país".

Las conferencias en Zaragoza fueron sobre relatividad especial y relatividad general. En Barcelona y Madrid, además de estas dos pronunció una sobre investigaciones recientes y otra, más divulgativa, sobre consecuencias filosóficas de la relatividad. Las audiencias desbordaron las previsiones de los organizadores, al margen de que entendieran o no - que era la mayoría - de qué trataba el ilustre visitante; la prensa diaria dio cuenta puntual de todos los acontecimientos en que Einstein participó; las Academias de Ciencias de las ciudades visitadas lo honraron con distinguidos nombramientos; el rey mismo acudió a la sesión de entrega del diploma de académico corresponsal a Albert Einstein en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, donde el Ministro de Instrucción Pública, Joaquín Salvatella, cerró el acto con estas palabras:

"Al felicitar al profesor Einstein puedo decirle que por voluntad del Soberano y del Gobierno de España ésta está dispuesta a continuar la obra de paz que S. M. el Rey desarrolló durante la guerra y a ayudar en sus investigaciones a los sabios alemanes cuya labor está dificultada actualmente   por el estado económico que atraviesa su patria".

Palabras que no cayeron en saco roto como veremos a propósito de la   creación en España el Instituto Einstein en 1933.

En el breve diario de viaje en el que Einstein recoge sus recuerdos, habla del rey como "sencillo y digno, me produjo admiración"; a propósito de los asistentes a las conferencias, escribe: "auditorio atento que seguramente no comprendió casi nada"; a Cajal lo califica como "maravilloso viejo"; se entusiasmó en el Museo del Prado con el Greco, Velázquez, Rafael, Goya y Fra Angélico; menciona las agradables recepciones de que fue objeto, las buenas comidas,   el "té con una aristocrática señorita", la asistencia a algún salón de baile...todo, en definitiva muy cordial, aunque como apostilla final, le saliera el solitario que llevaba dentro, y escriba: "La fiesta, penosa, como de costumbre".

En_espana

Con el claustro de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central de Madrid, en el "viejo caserón de la calle San Bernardo", 1923